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Hacer Radio

Categoría: Reflexiones

Ymmer VasquezHace pocos días, un experimentado radio comunicador me dijo: «Los peores programas que tenemos son, generalmente, los evangélicos. Carecen de toda técnica periodística. No hay error que no cometan y parece que han descubierto algunos nuevos». Luego me preguntó: «¿Es que no se dan cuenta que, para cualquier cosa que se quiera hacer en la vida hay que prepararse?».

Ese corto diálogo me dejó pensando: «Que gran verdad. El predicador de pulpito puede no ser un buen predicador radiofónico; puede ser al revés. Es que estar frente al micrófono predicando es todo un arte, toda una ciencia, un ministerio «distinto» para el cual se necesitan los dones correspondientes y buena preparación. El Evangelio es la mejor noticia del mundo y hay que darla adecuadamente, con conocimiento del mensaje y del medio.

Es cierto: «hacer radio» resulta costoso. Hay muchos que hablan, piensan y planean tener una emisora propia, «cristiana». Pero, luego hay que llenar el día con algo que transmitir. Después, estos comunicadores se encuentran con la necesidad del mantenimiento, entonces se descubre el costo real de la radio. Sí, la radio es costosa, muy cara, pero es razonable que sea así, pues es el medio más efectivo que tenemos.

Hace tiempo, la televisión pareció decretar el fin de la radio, pero no fue ni será así. La radio es más efectiva: El chofer del taxi, el camionero, el pintor, el panadero, el relojero, el conductor del bus, etc. son quienes pueden escuchar radio mientras trabajan. Además, la radio es menos dañina, menos excitante, más educadora y más limpia. Hoy día muchos educadores y padres ya saben: por la radio se aprenden las cosas que son menos destructivas, que atontan menos contra la integridad moral y espiritual del hombre. Por otro lado, al hablar por una emisora como Radio Cristiana Shaddai, un predicador alcanza a más personas con un programa que a las que llega desde el pulpito en toda su vida. La radio es costosa pero efectiva. Tiene un alcance incalculable más ahora que se le unen todos los recursos tecnológicos. No tengo la menor duda que es un medio eficaz para llegar a miles de corazones que quizás en esta tierra nunca conoceremos.

Ymmer Nahum.

Director General

Jefe de Producción

Coordinador de programación


El transformador toque de Jesús

Categoría: Reflexiones

Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase… y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”, Mr. 8:22-25.

Reflexionemos inicialmente la vida del ciego. A ciencia cierta no sabemos cuánto llevaba así, ni el origen de su enfermedad, lo más seguro es que era un mendigo, quizá no tenía familia ni trabajo, y si era levita no podía ser sacerdote (por normas de la Ley). Él dependía de otros, y convivía con miedos ante una total y continua oscuridad. Caminar a ciegas es muy difícil, continuamente tropezaba. Su capacidad productividad era practicamente nula. Era menospreciado y tratado con indiferencia.

Pero un día apareció Aquel que es la Luz del mundo: Jesucristo. Con Su amor y poder lo tocó y su vida transformó. La más hermosa imagen que vio fue al mismo Señor. Su vida fue restituida: visión, familia, sociedad, asistir al templo, propósito de vida, su más grande satisfacción: ver a Jesús, ser tocado y transformado por su poder. Gloria a Dios por Su obra.


Semejantes a Jesús

Categoría: Reflexiones

¿Como sería parecerse a Jesus?. Aquellos que se han apropiado de la gloria de Dios están siendo cambiados todos los días. ¡Su semblante se está volviendo más y más como el de Jesús!

MÁS Y MÁS COMO JESÚS
«Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios» (Éxodo 34:35).

El rostro de una persona es la expresión externa de lo que está en su corazón. Cuando la revelación de la gloria de Dios se hizo real a Moisés, ¡su misma mirada cambió!

Pablo testificó: «Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase…» (Gálatas 1:15-16).

Pablo estaba diciendo: «Tengo dentro de mí mucho más que algo de doctrina que alguien planteó, más que un simple conocimiento intelectual de Cristo. Tengo una revelación de quién es Cristo, una revelación de Su gracia, misericordia y amor. Y esta revelación se ha convertido en la fuente misma de todo lo que soy y hago. ¡Es la esencia misma de mi vida!»

La revelación de la gloria de Dios es, en verdad, maravillosa. Sin embargo, muchos han convertido esa misma revelación en una licencia para pecar. Judas describe a las personas que «convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo» (Judas 4).

Según Pablo, estas personas pecan «para que la gracia abunde» (Romanos 6:1). Ellos están diciendo, en esencia: «Si Dios ama el expresarse a través de la misericordia y el perdón, entonces yo voy a darle todas las oportunidades. Voy a pecar y dejar que me siga amando, para que la gracia fluya. ¡Qué testimonio al mundo será eso! Seré el objetivo de todo ese amor que desciende del cielo».

Tales personas son fáciles de detectar. Su semblante los delata. Isaías habló de israelitas que «han sido contra Jehová para irritar los ojos de su majestad. La apariencia de sus rostros testifica contra ellos» (Isaías 3:8-9). El profeta estaba diciendo: «Sus pecados testifican contra ustedes en su propia apariencia. Lo que está en sus corazones va a revelarse en sus rostros».

Por otro lado, incluso el más duro de los pecadores puede decir que has «estado con Jesús» ¿Cómo se dan cuenta? ¡Ellos te ven como alguien distinto! Dicen: «Tú eres diferente. Te conduces con una humilde seguridad y nada de ti parece oculto. No tienes secretos y no pareces llevar ningún rencor o amargura. Si no fuera así, lo sabría. ¡Tu vida es un libro abierto!»

El pecado, sin embargo, lleva cierta apariencia. Ninguna sonrisa lo puede encubrir y su voz tiene el sonido del vacío, el eco de un metal que resuena, de un címbalo que retiñe.

Aquellos que se han apropiado de la gloria de Dios están siendo cambiados todos los días. ¡Su semblante se está volviendo más y más como el de Jesús!

David Wilkerson